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Doctrina Luterana

Lo que creemos

Creemos que las Sagrada Escrituras del Antiguo y Nuevo Testamento son la verdadera revelación y la Palabra de Dios. Creemos que las Confesiones de la Iglesia Luterana, al encontrarse en el Libro de la Concordia de 1580, son la verdadera explicación de la Palabra de Dios. Dichas confesiones incluyen: los tres credos ecuménicos (Credo de los Apóstoles, Credo Niceno y Credo Atanasio), la Confesión de Augsburgo de 1530 y su respectiva Apología de 1531, los Artículos de Esmalcalda, el Catecismo Menor y Mayor de Lutero y la Fórmula de la Concordia.

La Palabra de Dios se divide en dos partes que deben ser claramente distinguidas: la Ley y el Evangelio. La Ley nos muestra la forma en que se debe ser conforme a la voluntad de Dios, y que no siempre somos capaces de cumplir mientras vivamos en este mundo. El Evangelio nos muestra a Cristo, que ha cumplido la Ley por nosotros y nos concede el perdón para que así seamos aceptados ante Dios.

„Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna“ (Juan 3:16)

En cuanto al Sacramento del Altar, confesamos:

„Es el verdadero cuerpo y la verdadera sangre de nuestro Señor Jesucristo bajo el pan y el vino, instituido por Cristo mismo para que los cristianos lo comamos y bebamos“ (Dr. Martín Lutero, Catecismo Menor, el Sacramento del Altar)

Por tanto, creemos

  • En el Dios trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
  • En Jesucristo como único camino para el perdón de los pecados y la vida eterna.
  • En el bautismo como medio de gracia de Dios, en el que, sin intervención de la persona bautizada (sea adulto o niño), Dios mismo lava el pecado e imputa la justicia de Jesucristo.
  • A la confesión como acto en el que se concede el perdón de los pecados por mandato y autoridad de Jesucristo.
  • Al sacramento de la Sagrada Comunión, en el que Jesucristo nos hace milagrosamente partícipes de su verdadero cuerpo y sangre bajo el pan y el vino para el perdón de los pecados y el fortalecimiento de la fe.
  • A que el Evangelio de la salvación se predique en su pureza por la sola obra de Cristo, sin nuestra intervención.